A pesar de tratarse de un tóxico altamente
peligroso, el Oxido de Plomo o Litargirio se puede conseguir cándidamente en
ferreterías y casas de construcción de gran parte, por no decir todas las
provincias argentinas, ya que el mismo es de venta libre y se lo utiliza, entre
otras actividades, en construcción para el sellado de roscas de cañerías de
agua y gas.
Es así que podemos conseguirlo, en su
presentación típica, envases plásticos de 250 o 500 gramos que no cumplen
ninguna normativa ni poseen indicación de seguridad, aunque también se ofrecen
en bolsitas plásticas.
Ahora bien, si leemos la Ficha Internacional
de Seguridad Química ICSC (Intenational Chemical Safety Cards) 0288, nos
enteraremos que el monóxido de plomo genera alto riesgo durante el embarazo con
efectos adversos sobre el feto al punto que, como medida de prevención, se
indica que se debe evitar todo contacto de las mujeres embarazadas con la
sustancia.
Comprenderemos además, que el monóxido de
plomo genera posible riesgo de perjudicar de forma permanente la fertilidad
humana, que es nocivo por inhalación y por ingestión, que es peligroso por sus
efectos bioacumulativos y muy tóxico para los organismos acuáticos.
Uno se pregunta entonces, ¿porqué podemos
comprar sin ninguna restricción este tóxico, por todos conocido, si solo contamos
con el deseo y unos pocos pesos en el bolsillo?.
Quizá la respuesta sea que, debido a que la
presentación comercial no tiene indicación alguna acerca de la peligrosidad de
la sustancia y que los envases no nombran la palabra plomo, nadie se percata
del riego asumido por el compuesto que está usando y almacenando luego de su
uso en cualquier sitio del hogar.
O bien, que no sea creíble o no se internalice
su peligrosidad debido a que se trata de una sustancia absolutamente familiar
cuyo uso data desde hace decenas de siglos.
Tengamos en cuenta que existen evidencias que
indican que el Plomo se utilizaba en Asia Menor desde el año 5000 antes de
Cristo, los que nos lleva a afirmar que fue uno de los primeros metales que uso
el hombre para trabajar.
Como ejemplo de la potencialidad de daño
podemos tomar el caso de los romanos, que lo usaron para la fabricación de
conductos de agua y utensillos diversos, especialmente destinados al
almacenamiento de vino, lo que llevó a muchos historiadores a explicar la
locura y excentricidad de numerosos emperadores y su corte en el saturnismo
(intoxicación crónica por plomo o “saturno” como llamaban los alquimistas a
este elemento) que le generaba la ingesta permanente en recipientes contaminados.
En el año 360 antes de Cristo, el médico
griego Hipócrates de Cos, el mismo del juramento Hipocrático que confirman
todos nuestros médicos al momento de recibir su título, logra relacionar
síntomas específicos de un trabajador minero con la exposición al plomo.
El plomo dentro del organismo no se transforma
en otras especies, se acumula y permanece en el cuerpo por largos periodos de
tiempo. Además, la inhalación o ingestión de monóxido de plomo puede ser fatal
si las dosis son extremas.
No existe plomo naturalmente en el cuerpo y no
se ha identificado ninguna función benéfica del plomo en el organismo humano.
Una vez que el plomo ingresa al organismo pasa
rápidamente al torrente sanguíneo y se distribuye de forma no homogénea en el
cuerpo, siendo su vida media en sangre y tejido blando de alrededor de 30 años
y períodos aún mayores en los huesos.
La exposición a monóxido de plomo (por
ingestión o inhalación) afecta casi todos los órganos y sistemas del cuerpo,
siendo el más susceptible el sistema nervioso central.
La exposición a niveles altos provoca
debilidad en dedos, muñecas y tobillos, puede afectar el sistema reproductivo
masculino y posiblemente perturba la memoria.
Además causa anemia, disminución de las
células sanguíneas y alteración de las funciones nerviosas, aunque, cabe
aclarar que estos efectos no se han podido relacionar con exposiciones a bajos
niveles.
En cuanto a las condiciones de manejo y
almacenamiento seguro orientadas a la disminución del riesgo a la salud humana,
nos encontramos con que la carta ICSC 0288 reza que, debe evitarse la
exposición y deben recabarse instrucciones especiales antes del uso del
litargirio. Además, en caso de accidente o malestar, se debe acudir inmediatamente
al médico si es posible mostrándole la etiqueta del producto, cosa que, como ya
dijimos, no existe en los recipientes de los que estamos hablando. Por cuerda
separada, se debe eliminar el producto y su recipiente como residuos peligrosos,
de acuerdo, en nuestro caso a la ley Nacional número 24051 o ley Provincial de
adhesión número 8973 y se debe evitar la liberación al medio ambiente.
La ficha de seguridad también indica que el
litargirio se debe almacenar en lugares bien ventilados, frescos y secos, los
contenedores de almacenamiento deben estar cerrados herméticamente y protegidos
del daño físico para prevenir derrames, se deben señalizar las áreas donde
puede presentarse exposición a monóxido de plomo y crear accesos restringidos
solo para personas autorizadas, cosa que evidentemente no cumple una góndola de
algún comercio. Resulta obvio que ni el vendedor, ni el comprador cumple con
los requisitos que rezan que se debe evitar el contacto con oxidantes y metales
activos químicamente, debido a la posibilidad de presentar reacciones violentas
y que no se debe permitir comer, beber o fumar en las áreas donde se manejan,
procesan o almacenan sólidos o líquidos que contienen litargirio.
El plomo es antes que nada un constituyente
natural de la Tierra y sus concentraciones normales en suelo seco oscilan entre
10 y 50 partes por millón.
La verdadera paradoja es que el plomo viene
siendo activamente perseguido, se lo sacó de las naftas (en realidad se los
sustituyo por otras sustancias tan o más peligrosas, pero eso será tema de otro
artículo), se lo detecta en niveles de partes por billón en alimentos, en agua,
en suelo, se intenta prohibir su uso en cualquier actividad, que no sea las
baterías porque ahí nos quedamos sin automóviles y eso no parece ser prioridad,
por ahora, de ninguna agenda ambiental que se precie de democrática, mientras
en nuestras casas o negocios del ramo cercanos tenemos, monóxido de plomo, una
versión altamente venenosa, que se compra, usa y almacena sin seguir norma
ninguna y en concentraciones de 98 a 100 partes de 100, o sea veneno puro y al
alcance de la mano.
Darío Sbarato
Ex Secretario de Ambiente de la Provincia de
Córdoba.
Actual Vicepresidente de IRePCySA La Rioja.