Por Antonio Brailovsky
www.ambienteacademico.com.ar
Hace veinte años, se
produjo un hecho político muy significativo: la totalidad de los gobernantes del
mundo y las mayores organizaciones no gubernamentales se reunieron en la Cumbre
de la Tierra en Río de Janeiro. En ese evento, también llamado Eco´92, asumieron
el compromiso de orientar sus esfuerzos al mejoramiento del ambiente, que debía
hacerse en el marco de la participación
ciudadana.
Se citaron para
volverse a encontrar veinte años más tarde y compartir los logros de este
período. Se acaban de reunir, en lo que se llamó
Río+20
Pero cuando se
pusieron a comparar lo que habían hecho, se encontraron ante una enorme cantidad
de promesas incumplidas.
A pesar de tantos
discursos, en estos veinte años aumentó la pobreza y empeoraron las condiciones
ambientales de los sectores más postergados. Nadie hizo nada por evitar las
guerras posteriores a la caída del bloque soviético. Se produjeron el peor
derrame de petróleo y el peor accidente nuclear de la historia. Se profundizaron
los efectos del cambio climático sin que se redujeran las emisiones de gases de
efecto invernadero ni se adoptaran medidas adecuadas de mitigación en la mayor
parte del mundo. Se desarrollaron amenazas ambientales nuevas, como la minería
descontrolada y la aplicación de la ingeniería genética al monopolio agrícola.
Hubo significativos avances legales, aunque con un bajo grado de
cumplimento.
De un modo coherente
con tanta negligencia, se volvieron a reunir en Río, esta vez sigilosamente,
para que los pueblos no les reclamaran lo que debían haber hecho y no hicieron.
Es sugestivo que gobiernos que tienen tantas diferencias entre sí hayan operado
de conjunto para encubrirse mutuamente sus falencias
ambientales.
Les envío el documento
final de Río+20. Pueden bajarlo de aquí:
Verán que simplemente
se olvidaron de hacer una rendición de cuentas de cómo cumplieron o incumplieron
el compromiso de la Eco´92. Apenas si reconocen que los avances han sido
insuficientes.
El texto es una suma
de enunciados difusos, sin ningún compromiso concreto, y, por supuesto, sin que
nadie haya dicho si iba a poner alguna suma de dinero para cumplirlo. El texto
es comparable al que aprobaron en la ya muy lejana Conferencia de Estocolmo en
1972. Cambia la terminología pero no la actitud de situar los cambios en un
futuro indeterminado. Leyéndolo, parece más el proyecto de una pequeña
agrupación estudiantil que la declaración conjunta de casi todos los Gobiernos
del mundo.
Dos ausencias
significativas son:
-
No se menciona la Agenda 21, una propuesta de gestión ambiental integrada con participación ciudadana, que fue el principal aporte de la Eco´92. Se elimina el protagonismo de los pueblos y se espera que todos los cambios provengan de las grandes empresas multinaciones, a través de la recién inventada economía verde.
-
También borraron todas las menciones a los derechos reproductivos, que estaban en los primeros borradores y de los que no quedó ni siquiera una frase ambigua.
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