Carta de las organizaciones Populares del Sur Argentino Chileno a las Presidentas Michelle Bachellet y Cristina Fernadez de Kirchner al cumplirse treinta años de la intervención del Papa Juan Pablo ll en el conflicto del Beagle
Hace tres décadas la Patagonia vivió los días más aciagos que recuerde el vínculo argentino chileno. Eran los tiempos en que gobernaban ambos países dictaduras que, tras derrocar a gobiernos legítimos, optaron por el enfrentamiento bélico como método para solucionar los diferendos limítrofes. El diferendo no se originó en problemas étnicos, religiosos o sociales. Era la consecuencia de la incapacidad de los hombres para trazar un límite conciliara el derecho con la naturaleza El sur de ambos países posee una historia común: habían ingresado definitivamente al mercado mundial como región productora de lanas y carnes , desde fines del siglo XlX y hasta comienzos del siglo XX constituyeron una región autárquica, que tuvo en la cordillera el eje vertebrador de los vínculos regionales. En esa etapa incial la voracidad de los capitales consumaron masacres de indígenas y obreros. Luego desde las primeras décadas del siglo XX se sintió en sur el propósito de afianzar la soberanía nacional fomentado desde los centros políticos de los respectivos paises. En 1978 vivmos la peor encrucijada: los poderes políticos mostraban que el vecino potencialmente era un enemigo a derrotar, así los lazos familiares, sociales, laborales construidos en años fueron puestos en crisis. El falso nacionalismo territorial potenció el conflicto armado para la solución del diferendo limítrofe. Tanto Argentina como Chile entraron en una carrera armamentista, se ejerció la represión sobre presuntos “sospechosos de espionaje”, se minaron las fronteras. En suma el pánico se adueñó de las sociedades del sur. Se establecieron tropas militares que esperaban una orden para destruir al vecino. Con una prolijidad digna de mejor causa, desde inicios de 1978 se ejerció sobre las sociedades del sur una acción de deterioro de lazos sociales. Los obreros chilenos en la argentina fueron tomados por sospechosos, las instituciones deportivas integradas por chileno fueron perseguidas judicialmente y el tránsito por el territorio era tenido bajo sospecha de espionaje. Similar situación se dio en Chile. Todas las acciones de control ejecutadas desde el estado argentino contradecían el preámbulo de la constitución nacional cuando expresa que estas tierras quedaban abiertas para todos los hombres y mujeres de buena voluntad que desearen habitarlas. El destino de una tragedia parecía inevitable, las voces que reclamaban la paz parecían pocas frente a organismos oficiales que replicaban en la violencia como solución, la soledad de la Iglesia Chilena, del periodismo independiente de Punta Arenas, la voz del Obispo de Santa Cruz y Tierra del Fuego. Las iniciativas de grupos de jóvenes, fueron algunas voces excepcionales que demandaban paz. Buena parte de las sociedades del sur argentino fueron inducidas a practicar estilos organizativos que afianzaban en los pueblos la mentalidad guerrera. Todo era posible de creer en esos días, desde las evacuaciones masivas, la creación de campos de concentración donde se ubicara a los chilenos que habitaban argentina, la voladura de las represas hidroeléctricas o el envenenamiento de las aguas de Buenos Aires. Las investigaciones posteriores comprobaron que el delirio no era tal, los planes más diabólicos se tramaron a ambos lados de la cordillera. Todavía las instituciones militares de ambos países deben un arrepentimiento público de tamañas barbaridades. Debieran producir un hecho significativo en la historia mundial, en un acto público que ambos ejércitos dieran a conocer los planes bélicos que se manejaron en esos años y fueran entregados a los archivos de la contraparte para que se selle por siempre la imposibilidad que la barbaridad se reitere. La intervención del Papa proponiendo la mediación debe ser valorada, pero también debe enfatizarse que previamente las dictaduras habían despreciado la intervención de los organismos internacionales. Rechazaron al Presidente James Carter por su política de derechos humanos que cuestionaba a ambas dictaduras. En suma la fragilidad del equilibrio diplomático internacional fue puesta a prueba por dos tiranías que fueron pergeñadas por los mismos Estados Unidos de Norteamérica. Los remezones de estas disputas territoriales se prolongaron en el tiempo, y tanto los conflictos de Lago del Desierto como el trazado limítrofe sobre los campos de hielo sirvieron para que a ambos lados de la cordillera emergieran los discursos belicosos que antepusieron el conflicto a la sensata negociación. La tarea de los diplomáticos logró el triunfo de la cordura, y muestra hoy un presente donde Chile y Argentina solucionaron sus conflictos limítrofes. Los treinta años que nos separan de ese tiempo de barbarie ya dejaron esos potenciales conflictos como espacios del recuerdo. Pero no podemos decir que en este tiempo la integración de las regiones del sur americano haya sido fortalecida.. Son muchas las deudas que tenemos en ese aspecto. Seguimos siendo países que crecen en paralelo. Desde los tiempos en que se inició la explotación del carbón en Río Turbio, está pendiente la utilización de los puertos del Pacífico para la salida de ese producto. Ambos países son dueños de la cuenca petrolera austral, pero lamentablemente la extracción de esos recursos no obedece a una integración estratégica de ambos estados sino a las presiones de los carteles internacionales. La explotación de los recursos turísticos no se realizan en función de una estrategia en la que la oferta de Patagonia Austral sea una convicción de ambos estados. En tiempos de la globalización y de la depredación feroz del medioambiente, los gobernantes de ambos países debieran tomar nota que a lo largo de todo el sur argentino-chileno han surgido movimientos sociales de resistencia que pretenden poner límites a las extracciones mineras, a las construcciones de represas y a la alteración del medio ambiente. El énfasis que se pone en los mecanismos de control de la circulación ciudadanos no tiene su correlato en las políticas públicas que limiten a los emprendimientos al servicio del mercado internacional que dejan un gran perjuicio y pocos beneficios. Es más pareciera que los gobiernos nacionales temen en poner límites a estas empresas extractiva. En un momento de crisis del capitalismo financiero mundial, nuestros países no pueden rifar sus recursos naturales para obtener una renta de corto plazo. Las señoras presidentas de Chile y la Argentina tienen en sus manos resolver un conflicto de límites en esta sociedad globalizada, límites a la depredación, límites a que las bellezas turísticas y las reservas de agua de la humanidad sean usadas como bienes de renta. La tierra que tuvo dueños originarios en los mapuches y tehuelches debe volver a esas etnias y bajo ningún pretexto ambos países pueden tolerar que presuntos mecenas acaparen las praderas, expulsen a los pueblos originarios o contaminen sus cursos de agua. Esta en la inteligencia de ambos estados ser capaces de dejar para las generaciones venideras muestras de mesura, racionalidad y apego a la tierra que transitoriamente ocupamos como herencia de nuestros mayores y que debemos preservar para nuestros hijos. Se trata de hacer del sur una tierra de paz, donde el capitalismo feroz, “el pensamiento único” tengan límites, que se impongan no por la violencia ni por la sumisión a intereses subalternos, hace falta voluntad de soñar esta tierra como parte de una sola nacionalidad, donde las relaciones sean fluidas para buscar el bienestar común y preservar la paz. Las organizaciones e individuos firmantes reivindicando la lucha del gremialismo Magallánico, de los indígenas masacrados, de Antonio Soto reclaman a las presidencias de Chile y Argentina que vuelvan a las fuentes de la integración que nos dio origen como nación, que recordemos el pensamiento de San martin cuando expresaba que “andaremos en pelotas como nuestros hermanos los indios pero América será libre”, de Salvador Allende cuando en su discurso póstumo decía que tarde o temprano los pueblos triunfan o del mismo Gral Juan Peron que advertía sobre la depredación de los recursos naturales que pendía sobre los pueblos de América. Por eso es necesario en esta emotiva fecha una explicita declaración de las máximas autoridades de los paises en defensa de la integración y preservación del equilibrio ecológico en el sur del continente Americano .
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Carta de las organizaciones Populares del Sur Argentino Chileno a las Presidentas
Michelle Bachellet y Cristina Fernadez de Kirchner al cumplirse treinta años de la intervención del Papa Juan Pablo ll en el conflicto del Beagle
Hace tres décadas la Patagonia vivió los días más aciagos que recuerde el vínculo argentino chileno. Eran los tiempos en que gobernaban ambos países dictaduras que, tras derrocar a gobiernos legítimos, optaron por el enfrentamiento bélico como método para solucionar los diferendos limítrofes. El diferendo no se originó en problemas étnicos, religiosos o sociales. Era la consecuencia de la incapacidad de los hombres para trazar un límite conciliara el derecho con la naturaleza
El sur de ambos países posee una historia común: habían ingresado definitivamente al mercado mundial como región productora de lanas y carnes , desde fines del siglo XlX y hasta comienzos del siglo XX constituyeron una región autárquica, que tuvo en la cordillera el eje vertebrador de los vínculos regionales. En esa etapa incial la voracidad de los capitales consumaron masacres de indígenas y obreros. Luego desde las primeras décadas del siglo XX se sintió en sur el propósito de afianzar la soberanía nacional fomentado desde los centros políticos de los respectivos paises.
En 1978 vivmos la peor encrucijada: los poderes políticos mostraban que el vecino potencialmente era un enemigo a derrotar, así los lazos familiares, sociales, laborales construidos en años fueron puestos en crisis. El falso nacionalismo territorial potenció el conflicto armado para la solución del diferendo limítrofe. Tanto Argentina como Chile entraron en una carrera armamentista, se ejerció la represión sobre presuntos “sospechosos de espionaje”, se minaron las fronteras. En suma el pánico se adueñó de las sociedades del sur. Se establecieron tropas militares que esperaban una orden para destruir al vecino.
Con una prolijidad digna de mejor causa, desde inicios de 1978 se ejerció sobre las sociedades del sur una acción de deterioro de lazos sociales. Los obreros chilenos en la argentina fueron tomados por sospechosos, las instituciones deportivas integradas por chileno fueron perseguidas judicialmente y el tránsito por el territorio era tenido bajo sospecha de espionaje. Similar situación se dio en Chile. Todas las acciones de control ejecutadas desde el estado argentino contradecían el preámbulo de la constitución nacional cuando expresa que estas tierras quedaban abiertas para todos los hombres y mujeres de buena voluntad que desearen habitarlas.
El destino de una tragedia parecía inevitable, las voces que reclamaban la paz parecían pocas frente a organismos oficiales que replicaban en la violencia como solución, la soledad de la Iglesia Chilena, del periodismo independiente de Punta Arenas, la voz del Obispo de Santa Cruz y Tierra del Fuego. Las iniciativas de grupos de jóvenes, fueron algunas voces excepcionales que demandaban paz. Buena parte de las sociedades del sur argentino fueron inducidas a practicar estilos organizativos que afianzaban en los pueblos la mentalidad guerrera. Todo era posible de creer en esos días, desde las evacuaciones masivas, la creación de campos de concentración donde se ubicara a los chilenos que habitaban argentina, la voladura de las represas hidroeléctricas o el envenenamiento de las aguas de Buenos Aires. Las investigaciones posteriores comprobaron que el delirio no era tal, los planes más diabólicos se tramaron a ambos lados de la cordillera. Todavía las instituciones militares de ambos países deben un arrepentimiento público de tamañas barbaridades. Debieran producir un hecho significativo en la historia mundial, en un acto público que ambos ejércitos dieran a conocer los planes bélicos que se manejaron en esos años y fueran entregados a los archivos de la contraparte para que se selle por siempre la imposibilidad que la barbaridad se reitere.
La intervención del Papa proponiendo la mediación debe ser valorada, pero también debe enfatizarse que previamente las dictaduras habían despreciado la intervención de los organismos internacionales. Rechazaron al Presidente James Carter por su política de derechos humanos que cuestionaba a ambas dictaduras. En suma la fragilidad del equilibrio diplomático internacional fue puesta a prueba por dos tiranías que fueron pergeñadas por los mismos Estados Unidos de Norteamérica.
Los remezones de estas disputas territoriales se prolongaron en el tiempo, y tanto los conflictos de Lago del Desierto como el trazado limítrofe sobre los campos de hielo sirvieron para que a ambos lados de la cordillera emergieran los discursos belicosos que antepusieron el conflicto a la sensata negociación. La tarea de los diplomáticos logró el triunfo de la cordura, y muestra hoy un presente donde Chile y Argentina solucionaron sus conflictos limítrofes.
Los treinta años que nos separan de ese tiempo de barbarie ya dejaron esos potenciales conflictos como espacios del recuerdo. Pero no podemos decir que en este tiempo la integración de las regiones del sur americano haya sido fortalecida.. Son muchas las deudas que tenemos en ese aspecto. Seguimos siendo países que crecen en paralelo. Desde los tiempos en que se inició la explotación del carbón en Río Turbio, está pendiente la utilización de los puertos del Pacífico para la salida de ese producto. Ambos países son dueños de la cuenca petrolera austral, pero lamentablemente la extracción de esos recursos no obedece a una integración estratégica de ambos estados sino a las presiones de los carteles internacionales. La explotación de los recursos turísticos no se realizan en función de una estrategia en la que la oferta de Patagonia Austral sea una convicción de ambos estados.
En tiempos de la globalización y de la depredación feroz del medioambiente, los gobernantes de ambos países debieran tomar nota que a lo largo de todo el sur argentino-chileno han surgido movimientos sociales de resistencia que pretenden poner límites a las extracciones mineras, a las construcciones de represas y a la alteración del medio ambiente. El énfasis que se pone en los mecanismos de control de la circulación ciudadanos no tiene su correlato en las políticas públicas que limiten a los emprendimientos al servicio del mercado internacional que dejan un gran perjuicio y pocos beneficios. Es más pareciera que los gobiernos nacionales temen en poner límites a estas empresas extractiva. En un momento de crisis del capitalismo financiero mundial, nuestros países no pueden rifar sus recursos naturales para obtener una renta de corto plazo. Las señoras presidentas de Chile y la Argentina tienen en sus manos resolver un conflicto de límites en esta sociedad globalizada, límites a la depredación, límites a que las bellezas turísticas y las reservas de agua de la humanidad sean usadas como bienes de renta. La tierra que tuvo dueños originarios en los mapuches y tehuelches debe volver a esas etnias y bajo ningún pretexto ambos países pueden tolerar que presuntos mecenas acaparen las praderas, expulsen a los pueblos originarios o contaminen sus cursos de agua. Esta en la inteligencia de ambos estados ser capaces de dejar para las generaciones venideras muestras de mesura, racionalidad y apego a la tierra que transitoriamente ocupamos como herencia de nuestros mayores y que debemos preservar para nuestros hijos. Se trata de hacer del sur una tierra de paz, donde el capitalismo feroz, “el pensamiento único” tengan límites, que se impongan no por la violencia ni por la sumisión a intereses subalternos, hace falta voluntad de soñar esta tierra como parte de una sola nacionalidad, donde las relaciones sean fluidas para buscar el bienestar común y preservar la paz.
Las organizaciones e individuos firmantes reivindicando la lucha del gremialismo Magallánico, de los indígenas masacrados, de Antonio Soto reclaman a las presidencias de Chile y Argentina que vuelvan a las fuentes de la integración que nos dio origen como nación, que recordemos el pensamiento de San martin cuando expresaba que “andaremos en pelotas como nuestros hermanos los indios pero América será libre”, de Salvador Allende cuando en su discurso póstumo decía que tarde o temprano los pueblos triunfan o del mismo Gral Juan Peron que advertía sobre la depredación de los recursos naturales que pendía sobre los pueblos de América. Por eso es necesario en esta emotiva fecha una explicita declaración de las máximas autoridades de los paises en defensa de la integración y preservación del equilibrio ecológico en el sur del continente Americano .
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